Uno de nuestros lectores nos preguntó:
¿Por qué no le ponen mano dura a los países industrializados que son los que aportan más CO2 y están acabando con nuestro planeta? Tantos desechos plásticos que caen a los océanos hay que hacer algo para que las futuras generaciones puedan disfrutar de nuestro planeta.
Pedimos la ayuda de escritora Johani Carolina Ponce para contestar esta pregunta muy importante. Aquí está su respuesta:
Las naciones industrializadas, que históricamente han sido responsables de una gran parte de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), siguen siendo clave en los esfuerzos globales por mitigar el cambio climático. Las emisiones de carbono continúan siendo problemas globales críticos que requieren una acción inmediata y decidida, especialmente de parte de los países más desarrollados.
La pregunta de por qué no se ejerce “mano dura” contra los países industrializados que son responsables de una parte tan significativa de las emisiones de CO₂ es legítima y refleja una de las mayores tensiones en las negociaciones climáticas globales. Las negociaciones climáticas globales son conversaciones entre países y actores internacionales para llegar a acuerdos sobre cómo abordar el cambio climático, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar sus efectos. Estas negociaciones suelen tener lugar en conferencias internacionales, como la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, (COP) donde se discuten compromisos, políticas y acciones para frenar el calentamiento global. Por ejemplo, el fondo de pérdidas y daños es un mecanismo acordado durante la COP27 para financiar a las naciones más vulnerables por las pérdidas y daños causados por desastres climáticos. Este fondo busca compensar a los países que, aunque han contribuido poco al cambio climático, son los más afectados por sus impactos, como tormentas y sequías.
El Acuerdo de París, firmado en 2015, establece como meta limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 °C sobre los niveles preindustriales, y de ser posible, a 1.5 °C. Sin embargo, la implementación de este acuerdo depende en gran medida de la voluntad política de los países para reducir sus emisiones. Los países industrializados, que han sido responsables históricamente de gran parte de las emisiones, tienen que tomar medidas drásticas.
Además, en la reciente COP29 se discutieron mecanismos como la venta de créditos de carbono y la deuda por naturaleza. La venta de créditos de carbono permite que países en desarrollo reciban financiamiento a cambio de contribuir a la reducción de emisiones globales, aunque sigue siendo objeto de debate por su efectividad. Por otro lado, la deuda por naturaleza ofrece a países vulnerables la posibilidad de reestructurar sus deudas externas a cambio de acciones climáticas concretas, como conservación ambiental. Ambos instrumentos buscan movilizar recursos hacia regiones vulnerables, pero enfrentan desafíos políticos y financieros.
La voluntad política es un obstáculo clave para la acción climática
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta la acción climática es la resistencia de la industria de los combustibles fósiles. Esta industria percibe las medidas climáticas como una amenaza directa a su modelo de negocio y ha invertido millones de dólares en campañas destinadas a convencer al público de que el cambio climático no es un problema urgente o incluso que no existe. Según un informe de InfluenceMap, las principales empresas de combustibles fósiles han destinado más de mil millones de dólares en una década para bloquear políticas climáticas efectivas.
Otro desafío es la ideología anti-regulación, defendida por partidos políticos poderosos en muchos países, incluidos los Estados Unidos. Este enfoque rechaza las intervenciones gubernamentales que son fundamentales para la acción climática, como la regulación de emisiones y la promoción de energía limpia. En este contexto, la polarización política exacerba la falta de consenso y ralentiza la adopción de medidas.
A nivel mundial, un problema adicional es la limitada comprensión del cambio climático entre el público general. Estudios realizados por el Pew Research Center y otras instituciones destacan que, en muchos países, el conocimiento sobre la ciencia del cambio climático y sus impactos sigue siendo deficiente, lo que dificulta la presión ciudadana hacia líderes políticos para tomar decisiones contundentes.
Finalmente, la posición de los Estados Unidos como superpotencia mundial y su influencia en los acuerdos climáticos globales. El retiro de este país del Acuerdo de París bajo la administración de Donald Trump en 2017 es un ejemplo claro de cómo la falta de voluntad política de un solo actor puede debilitar los compromisos internacionales. Aunque Estados Unidos volvió a unirse al acuerdo en 2021, esta falta de consistencia en la participación ha generado desconfianza entre las naciones y pone en riesgo los objetivos globales.
Para superar estos obstáculos, es crucial fomentar un cambio cultural hacia una mayor comprensión del problema, implementar regulaciones firmes a nivel nacional e internacional, y construir un compromiso político que trascienda ideologías y ciclos electorales.
Uso de plásticos
Con respecto al uso del plástico, un ambicioso acuerdo global sobre plásticos representa nuestra mejor oportunidad para combatir la contaminación causada por este material. Sin embargo, los Estados miembros de la ONU no lograron alcanzar un acuerdo sobre un pacto global este año. Planean reanudar las negociaciones en 2025.
La necesidad de una acción más rápida y decisiva es urgente, especialmente para mitigar los efectos de los desechos plásticos y las emisiones de CO₂.